Good Time: viviendo al límite (Good
Time)
Dirección: Bennie y Josh Safdie
Guión: Ronald Bronstein y Josh
Safdie
Estados Unidos/2017
Josefina Sartora
La referencia al Después
de hora de Martin Scorsese es muy obvia, insollayable toda vez que se
trate de una historia de sucesos vertiginosos que transcurren en una noche.
Aunque aquí hay una previa: durante el día los dos hermanos Nikas roban un
banco, nada sale bien, y terminan con la policía pisándoles los talones, hasta
que uno de ellos cae. A partir de lo cual, su hermano intentará esa noche
rescatarlo por diversos medios, y cada uno de ellos lo llevará a un círculo más
profundo del infierno. Peripecia que atraviesa una Nueva York difícilmente
reconocible, que deja de lado sus espacios más glamorosos para adentrarse en
zonas más anónimas, opacas o marginales, como los barrios de Queens, o calles
desangeladas. Los hermanos Josh y Bennie Safdie ya tenían en su filmografía varios
ensayos sobre la vida urbana, que se elevan en este último opus. La sombra de Scorsese
–nunca a su altura- se extiende también aquí, con la pintura de una New York
sórdida y oscura, alejada de la postal turística, con una notable fotografía noctura
de Sean Price Williams que embellece lugares poco atractivos: barrios y
edificios populares, un parque de atracciones sin brillo alguno, un hospital
algo descontrolado.
El bonito de Robert Pattison se
aleja de su juego seductor de la saga Crepúsculo, incluso cambia su
fisonomía, se afea, se entorpece, y pasa airoso la prueba con un rol tan poco
glamoroso como la ciudad donde se mueve. Un antihéroe fiel a su hermano, que no
duda en abusar de quien necesite –casi siempre afroamericanos-, con un don para
la fábula y la improvisación, un misántropo, manipulador con fina intuición,
que percibe lo que el otro desea oír. Pattison ha ampliado su espectro
interpretativo, actuando con David Cronenberg en Cosmopolis y próximamente
con Claire Denis. Y el codirector Bennie Safdie no teme hacer el ridículo con
su personaje con discapacidades mentales y físicas: desde su aparición con una
máscara que lo sofoca, pasando por su poco prudente conducta hacia sus
compañeros de celda, hasta un final memorable. Hay un tercer personaje
masculino, otro ladrón de poca monta, que completa este muestrario de
perdedores y se une a la protaonsita de un film anterior de Josh Safdie, The
Pleasure of Being Robbed.
Good Time es una de esas rara avis
que, realizada al margen del mainstream
de Estados Unidos, con recursos del cine indie, participó de la Competencia en
el Festival de Cannes y es considerada por la crítica como uno de los mejores
estrenos del año. El film tiene un particular ritmo: empieza por todo lo alto,
con una velocidad vertiginosa, un montaje violento, ágil, de planos cercanos muy
breves y movedizos, con una música ídem, para pasar a una planicie mucho más
quieta, algo morosa quizás, que disuelve (demasiado) la adrenalina inicial, con
planos más amplios, y en su último acto recupera algo de la agilidad necesaria para
este thriller contra reloj. Ritmo que
también le imprime la música eléctrica de Oneohtrix Point Never (o Daniel
Lopatin). Film de un escape constante, con un frenesí que lamentablemente no se
mantiene.
Hay
tres personajes femeninos en Good Time, de tres generaciones
diferentes, cada uno casi cliché: la novia (un casi cameo de Jennifer Jason
Leigh, de quien a Bennie sólo le interesa su tarjeta de crédito; la chica de
dieciséis años (Taliah Wbster), quien le sirve para zafar de situaciones
incómodas, y su abuela, a quien engaña para ocultarse en su casa. Eso es la
mujer para el protagonista: una herramienta para usar, y abusar. La cuarta mujer,
la abuela, no llega a ser personaje. Hay un trasfondo racial, provocador, entre
estos elementos del white trash marginal
y su abuso de todos los personajes negros. Hasta que se imponga el destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario