Las horas más oscuras (The Darkest Hour)
Dirección: Joe Wright
Guión: Anthony McCarten
Estados Unidos-Reino Unido/2017
Josefina Sartora
En los últimos tiempos se ha producido un
estallido de revisiones de la historia de Gran Bretaña durante el siglo XX: La
reina de Stephen Frears, El discurso del rey de Tom Hooper, las
series The Crown y Los Windsor en Netflix, Dunkerke
de Cristopher Nolan, Churchill de Brian Cox, entre otros.
Esta mirada retrospectiva parece indagar en la esencia de la idiosincrasia
británica, en su apego a las instituciones y sus normas. Y también en su
historia dramática. Especialista en realizar films de época en Inglaterra, Joe
Wright recrea en Las horas más oscuras el momento crítico en mayo de 1940,
cuando Hitler ha invadido casi toda Europa y sobre Gran Bretaña se cierne la
amenaza de una invasión, con la opción de negociar la paz con la mediación de
Mussolini, en vergonzantes términos de retirada. Esa semana Winston Churchill
es nombrado Primer Ministro, resistido por miembros poderosos del Parlamento. Una
vez en el poder, dibuja su propia política de guerra total, oponiéndose a
quienes tienen el poder en el partido que lo ha designado: Neville Chamberlain
y el vizconde de Halifax quieren negociar la paz.
El film narra a manera de thriller clásico la tensión de esos
días, signados por la difícil si no imposible evacuación de las tropas en
Dunkerke –Joe Wright ya había presentado la desolación de aquella retirada en
su film Expiación-, la derrota de lo que quedaba en Calais, última
resistencia al avance nazi, marcando en pantalla el paso de cada día. Las
escenas de guerra, filmadas en picado cenital, resultan más pobres que las
batallas verbales que sostenían los líderes, entre quienes se jugaba el destino
de aquellos guerreros. El rey Jorge VI (Ben Mendelsohn) vuelve a presentarse
como una persona introvertida, temerosa, con sus dificultades para hablar, que
se ve enfrentado a una dificultad superior a sus fuerzas, y que no había visto
venir. Jorge no se había preparado para ser rey. Consciente de sus propias
limitaciones, si al principio le teme a Churchill, quien parece mucho más
seguro y firme en su puesto, al final le da su pleno apoyo, y en una movida
insólita le aconseja que consulte al pueblo. ¡El rey!
El film hace foco en la psicología del
Primer Ministro, famoso por sus berrinches y exabruptos, dejando muy de lado a
su esposa Clementine (Kristin Scott Thomas), quien cumplió un rol importante en
su vida, como vimos en The Crown: la única que sabía lidiar
con sus caprichos, su mal humor, bajarle el ego y ponerlo nuevamente en sus
cabales. Al lado de Churchill, todos los demás personajes están desdibujados. Gary
Oldman siempre se ha destacado en papeles duros, cínicos, de difícil empatía.
Aquí pone todo su histrionismo –con abundante maquillaje- para recrear la
figura de Winston, un aristócrata ególatra que ha soñado toda su vida con
llegar a ese alto cargo. La Academia de Hollywood adora estos roles en los que
el actor ha estudiado a su personaje e imita sus gestos más característicos: el
cigarro siempre encendido, el vaso de whisky desde el desayuno, la ironía a
flor de piel, cierta manera de encorvarse al andar. Un hombre que parecía
disfrutar del conflicto. Pero una vez concebido su personaje, no ahonda en esa
psicología que fue tan rica, representativa de toda una clase social, con una
capacidad de liderazgo que dominó Gran Bretaña y el mundo durante décadas. Oldman
es candidato a un Oscar, y es probable que lo obtenga.
Filmado a puro claroscuro, reflejo de las
fuerzas en pugna y a punto de ser vencidas, se trata de un film bélico sobre lo
que sucede en el cuartel general, no en el campo de batalla sino en la
retaguardia, en espacios cerrados y claustrofóbicos: el Parlamento, el Palacio,
el bunker del Consejo de Guerra. Reducido a unos pocos días de aquel crítico
mes de mayo, dice muy poco de la importancia de la participación yanqui en la
guerra, y se limita a ridiculizar a un Roosevelt que pretende enviar armas de
contrabando. Y sin embargo, se hace evidente que otro hubiera sido el mapa
geopolítico de Gran Bretaña y Francia y toda Europa si ellos no hubieran
intervenido.
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