28 de marzo de 2018

Las rutas de Agnès


Visages villages
Dirección y guión: Agnès Varda y JR
Francia/2017

Josefina Sartora


Voté Visages villages como una de las mejores películas vistas en 2017. Felizmente se estrena esta última de Agnès Varda. A sus 88 años, sale en un camión-taller con el fotógrafo y artista callejero JR a recorrer casi sin rumbo fijo diversos pueblos de la Francia profunda, con el objetivo estético de tomar fotografías de sus habitantes y pegarlas como gigantografías en los muros de sus pueblos, en trenes, fábricas, contenedores. Varda y JR priorizan la íntima relación de esos rostros con los pueblos que habitan, que los han gestado y que les dan lugar. En un trabajo conjunto -ambos además co-dirigen este documental-, cartografían la humanidad anónima que habita esos pueblos: granjeros, obreros de fábricas, trabajadores del puerto, camareras, campaneros de iglesias, vecinos mancomunados en una tarea que los trasciende, y que habla de empatía, solidaridad, humanidad en suma, con un optimismo admirable y fe en la humanidad.


La puesta en abismo de esas fotos logra un efecto sorprendente: transforma gente común en gigantes, en monumentos icónicos, y trascienden las diferencias, como lo hacen los dos realizadores, de dos generaciones muy distantes entre sí. El film se ocupa también aspectos autobiográficos, como cuando visitan a la abuela centenaria de JR, o la emoción compartida frente a la tumba de Henri Cartier-Bresson, o en los momentos en que Varda debe someterse a un tratamiento porque su vista está debilitándose. No exenta de humor y además muy nostálgica, durante esta suerte de viaje inciático Varda no cesa de evocar a su marido Jacques Démy y sobre todo a su amigo Jean-Luc Godard, con quien busca un improbable encuentro.


Este film esclarecido constituye también una reflexión sobre el propio trabajo, y su trascendencia. Y una meditación sobre el tiempo, y lo efímero del arte y de nuestras vidas. En la actualidad, cuando abunda el cinismo y el escepticismo, el egoismo, el desprecio al otro o por lo menos la indiferencia, el odio y la guerra entre vecinos, la provecta Varda y su joven amigo JR salvan sus diferencias y –sin declamaciones, sin pretender bajar líneas- destacan la importancia de valores humanos elementales y consideran su arte como un hecho social y constructor de identidades.

Siempre comprometida con la realidad social de su país, despues de aquellas otras joyas que fueron Les glaneurs et la glaneuse y Las playas de Agnès, Varda nos da uno de sus mejores trabajos.

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