26 de junio de 2018

Mujer salvaje


Mátate amor
Autora: Ariana Harwicz
Adaptación: Adriana Harwicz, Marilú Marini y Érica Rivas
Dirección: Marilú Marini
Teatro Santos 4040

Josefina Sartora


En un año signado por una reivindicación del feminismo y de todas sus consignas, en el que el movimiento Ni Una Menos ha cobrado en Argentina una presencia ya ineludible, en el que toda la sociedad ya no puede desviar la mirada de los conflictos de la mujer, que ha pasado a ocupar un espacio más relevante que al que la había relegado el patriarcado, y que progresivamente va cobrando posesión y derechos sobre su propio cuerpo, el teatro hace propias esas banderas estéticamente.

Érica Rivas encarna en solitario a esa mujer que ha sido madre, y se niega a ubicarse en el lugar que le asigna su medio, o en cumplir los mandatos. La mujer que tras el parto ha sentido nacer en ella un deseo desconocido, voraz, un instinto y sensualidad insospechados, y al no poder satisfacerlos con su esposo los plasma en ese ciervo con quien se identifica en el fondo del bosque.

Basada en la novela, opera prima de la joven argentina radicada en Francia Ariana Harwicz, la autora, la actriz y la directora Marilú Marini realizaron la adaptación teatral, que va modificándose en las sucesivas funciones a sala llena (de mujeres mayoritariamente). La escenografía de Coca Oderigo es mínima: un suelo de pasto, naturaleza, unas plantas, un cuchillo rústico y un delicado telón de fondo que va cambiando las formas y luces del bosque donde habita la protagonista. Rivas despliega una maravillosa performance de esa mujer que atraviesa una intensa transformación, que va en busca de su liberación mientras cuestiona su estadio. ¿Qué significa ser extranjera, o diferente, incluso para el marido? ¿Ser madre construye identidad? ¿Hay una única manera de ser madre? ¿El desamor lleva necesariamente a la locura? ¿Es el ciervo la única salida?

Foto: Daniel Jayo

Rivas da todo de sí misma para trasmitir con intensidad ese estado alterado, con un lenguaje corporal tan expresivo como el texto mismo, que supera toda posibilidad de descripción. Durante toda la obra danza una coreografía de Diana Szeinblum en la que cada detalle cuenta: en su rostro, las inflexiones de voz, sus manos, sus piernas, su pelo tan alborotado como ella. A veces contenida, otras desbocada; unas tierna y reflexiva, otras poseedora de una violencia feroz. Lo suyo es un extraordinario despliegue corporal que habla sobre el teatro también: Erica sorprende cuando se dirige el sonidista, o consulta a la apuntadora, o comenta las luces, sin abandonar a su personaje; entra y sale del hecho teatral poniéndolo en evidencia, o -para decirlo al día- denunciando el dispositivo.

Marilú se ha lanzado a la dirección con dos obras en cartel en estos días, dos monólogos: el de Mátate amor y de Escritor fracasado. Como si le faltara algo para consagrarse, imprime a sus dirigidos toda su experiencia y sabiduría teatral: los hace apoderarse del escenario, recorrerlo hasta sus más íntimos rincones para expresar cada aspecto del personaje, exprimir sus recursos en sendas performances –de Érica Rivas y Diego Velázquez- hasta agotar su expresividad. En ambas desarrolla una reflexión sobre estados contemporáneos: en aquella sobre el hecho artístico, en ésta sobre la controvertida, misteriosa esencia del ser mujer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario