Festival de Lima PCUP
El Festival de Lima, hoy en su 22ª
edición, está abocado eminentemente a la proyección de cine latinoamericano.
Con un nuevo director artístico, Josué Méndez, y dirigido por Marco
Mühletaler, ellos y su equipo han elaborado una cuidada selección, que se
refleja sobre todo en las respectivas Competencias. Tanto la de Ficción como la
de Documental estuvieron integradas en su totalidad por películas de ese
origen, que mostraron un muy amplio espectro, muy político, reflejo de las
diferentes realidades que se viven en Latinoamérica, con sus pueblos, sus
etnias, dramas, características, inquietudes y necesidades.
Tuve la oportunidad de presidir el Jurado
de la Crítica, junto a Ernesto Garrat (Chile) y Reynaldo Ledgard (Perú) y
nuestra elección como mejor película fue para la brasileña Las buenas maneras, de
Juliana Rojas y Marco Dutra, notable película que ya había sido presentada en
varios festivales, ganadora en Locarno y con un premio Fipresci.
Ya me he referido a este film durante el
último Bafici, donde obtuvo una mención. Una película muy osada, que juega con
el género de la fantasía y el terror para narrar una historia de bestias interiores
que trasciende las barreras del sexo, la raza y las clases sociales. El film
sigue esperando su estreno en Argentina.
Cine
peruano
Naturalmente, se ve mucho cine peruano en
este festival. Hubo cuatro películas en Competencia, radicalmente diferentes
entre sí, tanto por el tema, como por el tono y por las realidades que
presentan:
Mataindios, opera
prima de Oscar Sánchez Saldaña y Robert Julca Motta es la más etnográfica,
podría decirse. Se trata de un estilizado ejercicio sobre las ceremonias que se
llevan a cabo en el seno de una comunidad indígena de la sierra para lograr la
protección y los favores del santo “patrón” para que los ayude a apaciguar sus
penas. En este caso, el apóstol Santiago (Matamoros en España) pasa a ser, por
el sincretismo religioso, Santiago Mataindios. Con gran artificio, una
fotografía filtrada que trabaja casi en monocromo en la paleta de los grises,
se desarrollan las ceremonias de la siembra y cosecha de las flores para el
patrón, la esquila, hilado y tejido de su capa, y la conformación de la orquesta
que habrá de ejecutar la música del rito. Estos trabajos y preparativos
colectivos son atravesados por la represión y el sojuzgamiento de este pueblo
castigado, aniquilado, que se actualiza de manera permanente, evocada aquí con
un simbolismo algo artificioso.
Casos complejos de
Omar Forero por el contrario, es un testimonio absolutamente realista –por
momentos casi documental- de los abusos extorsivos que llevan a cabo las bandas
mafiosas urbanas, en este caso en la ciudad de Trujillo. Allí, un fiscal
honesto combate casi en solitario contra la corrupción de todo el sistema
judicial. Más cercano al telefilm, incluso al racconto periodístico, su corto
alcance no resta interés a una situación acuciante muy actual que trasciende su
localización geográfica.
Todos somos marineros es una buena opera prima de Miguel Angel Moulet y está ambientada
en el puerto de Chimbote. Las distintas películas se ubican así en las diferentes
regiones que existen en Perú, sólo faltó la selva. En ese puerto, un barco
pesquero ruso está varado y sus tres tripulantes esperan que la empresa lo
recupere y los devuelva a su país, algo que nunca llega. La situación se
presenta difícil, y en pocos minutos comprendemos que estamos ante una película
sobre la espera. Los tiempos muertos pesan en los personajes, que deambulan sin
rumbo ni esperanza. Uno de los marinos entabla relación con una mujer que ha de
satisfacer algunas de sus carencias: la espléndida actriz Julia Thays. Pero en
un giro del guión, sus vidas se complican más aun con un estallido de violencia
de consecuencias inesperadas.
Los helechos,
también opera prima de Antolín Prieto, es una comedia de fuerte tono
costumbrista, con tres parejas exclusivamente protagónicas. Cuatro personajes de
la ciudad pasan unos días en casa de los otros en la sierra. Tres parejas muy
diversas, cada una con sus necesidades, deseos y conflictos, atraviesan un
momento de inflexión que será crucial en la vida de algunos de ellos. Es
también un cuadro sensible de la amistad femenina, trazado con mucho humor, y diálogos
ágiles en los que prima la improvisación y el ingenio.
Otros
premios
El jurado oficial, presidido por la
productora mexicana Bertha Navarro, premió el también notable film de Brasil
–ya premiado en Cannes-, Los
muertos y los otros (Chuva é cantoria na aldeia dos mortos), de Joâo
Salaviza y Renée Nader Messora. (Sí: hubo muchas películas dirigidas por
binomios.) Un film de fuerte contenido etnográfico que indaga en la esencia
indígena de la comunidad Krahô en el Amazonas, donde viven siguiendo sus
tradiciones y rituales. Una vibrante fotografía –premiada- presenta la selva
como lugar utópico, idílico. Estructurada en tres partes, sigue el derrotero de
un padre adolescente, quien en su momento de pasaje, o de transición a la
adultez, toma conciencia de que está deviniendo chamán. Con miedo a afrontar esta
nueva realidad, se traslada a la ciudad, con la idea de sanarse. El choque
cultural y social entre dos comunidades tan cercanas geográficamente y sin
embargo tan distantes es vivido en su propio cuerpo. Al recibir el premio, la
directora habló de la necesidad de atender a las comunidades originarias y
reconocerlas, como un imperativo de Latinoamérica.
Nuestro Jurado dio una mención a Las
herederas, dirigida por el paraguayo Marcelo Martinessi. Este excelente
film de origen tan poco frecuente, tiene una protagonista notable: Chela es una
mujer algo mayor que mantiene una relación lesbiana con una pareja de tres
décadas. De clase acomodada, han perdido su fortuna, están obligadas a vender
sus pertenencias y ante la ausencia de la más ejecutiva, Chela se anima a
trabajar como chofer de otras mujeres más adineradas. Con personajes
exclusivamente femeninos, se muestra en ese contexto una pintura de clase
admirable. Su atracción por una mujer más joven y vital la saca de una
depresión y encierro, produciéndose en
ella una transformación notable: el personaje pasa del recato de Chela a la
elegancia de Poupée. Con escasos diálogos, el film aborda temas muy diversos:
la situación de la mujer, su invisibilidad, la infidelidad y el deseo, las
consecuencias de la dictadura, los estratos sociales y su movilidad.
Ana Brun, una abogada de Asunción que
llega con avanzada edad al cine, es una actriz extraordinaria, dueña de una
expresividad y sutileza que no requiere de la palabra, y ganó con justicia aquí
y en Berlín el premio a la mejor actriz. La película había merecido el premio
Fipresci en Berlín y aquí fue galardonada con el premio a la mejor opera prima
otorgado por el Jurado oficial.
Nuestra segunda mención fue para Pájaros
de verano, película colombiana dirigida por Cristina Gallego y Ciro
Guerra, el director de El abrazo de la serpiente. Film de
género, aborda con creativa maestría el tema de la génesis del narcotráfico en
la comunidad aborigen ayllu, en la zona del desierto. Un film también político,
de cómo se produce el pasaje de la Colombia postcolonial e indígena a la
sociedad contemporánea. Muy inspirada en El padrino, con rastros también de
Scorsese, pero en el seno de un pueblo originario, lo cual de da a la historia
un color diferente, curioso y atractivo. Hay allí tradiciones arcaicas, un
fuerte matriarcado, leyes atávicas no escritas que han de cumplirse hasta la
muerte, de lo contrario acaece la tragedia. El guión sigue el ascenso y caída
del clan, las lealtades y traiciones, las venganzas y guerras entre hermanos y
la destrucción de una cultura ancestral, todo regulado por la venenosa
intervención yanqui, que corrompe todo un sistema que había sobrevivido por
siglos.
Los directores también se llevaron el
premio a la mejor dirección.
Por último, pero no menos importante, he
de destacar Los silencios, dirigida por la brasileña Beatriz Seigner. Otro
film notable, con un guión y un tratamiento fascinantes, sobre los efectos fantasmáticos
de la guerra interna que ha sufrido Colombia durante cincuenta años. Sobre una
familia desplazada, que llega a una localidad en la Amazonía, en la triple frontera
con Brasil y Perú en busca de refugio, tratando de dejar la guerra atrás, pero
sin abandonar la búsqueda de sus desaparecidos. Las difíciles condiciones de
vida, el desarraigo, se tornan dramáticos, con la persistencia de los muertos
que siguen con nosotros. Los
silencios ganó el Premio Especial del Jurado y al mejor guión.
Balance
final
Habría más para referirme sobre el
Festival de Lima, pero lo que quiero destacar es la oportunidad de haber visto
una cinematografía que lamentablemente llega poco a nuestras pantallas, a pesar
de su valor. La distribución en toda Latinoamérica es perversa, lo sabemos: la
mayoría de las pantallas muestra el cine de las grandes productoras y ni este
cine y ni siquiera el cine argentino ocupan el lugar que se merecen. De esta
manera, el público pierde la oportunidad de apreciar una cinematografía mucho
más cercana a nuestras realidades, pierde la oportunidad de educar el gusto, de
abrirse a otras propuestas. Un verdadera lástima. Ojalá se estrenen en
Argentina Las buenas maneras, Los silencios, Las herederas o Pájaros
de verano, no dudo de que tendrían su público.
En cuanto al cine argentino, frente al
brasileño, cuyas películas fueron muy premiadas, tuvo una magra cosecha. El
excelente El silencio es un cuerpo que cae, film de la cordobesa Agustina
Comedi sobre la biografía de su padre, elaborado íntegramente con material de
archivo, tuvo el mejor lugar: ganó el premio a Mejor Documental. Y el tucumano
Sergio Prina ganó el premio a Mejor Actor por su trabajo en El
motoarrebatador.
Algo sintomático: el 40 % de todas las
películas proyectadas en el festival estuvieron dirigidas por mujeres. No se
trató sólo de una decisión política, sino que pesó más la calidad de las
mismas. Y los tres jurados estuvieron presididos por mujeres…
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