24 de noviembre de 2018


Festival de Antofagasta 2018

Josefina Sartora

Se ha llevado a cabo con su habitual éxito el 7º Festival de Antofagasta. Este año estrena nombre, pues el que fuera Antofadoc, dedicado al cine documental, hoy exhibe todo tipo de cine, por lo que ha sido rebautizado AntofaCine. Siempre bajo la dirección de la activa Francisca Fonseca, atenta a las nuevas realizaciones sobre todo de Latinoamérica. Cabe destacar que sus programadores son Cecilia Barrionuevo y Marcelo Alderete, del Festival de Mar del Plata. AntofaCine sigue afirmándose como uno de los festivales más sólidos e importantes de los muchos que se realizan en Chile.

Este año acudí invitada como Jurado de la Competencia Nuevos Lenguajes, que incluyó una heterogénea programación de cortos, largos, films experimentales y no convencionales, de variado origen. Así, vimos el corto Optimismo, de la canadiense Deborah Stratman, que combina diversas texturas visuales para mostrar una zona de frío extremo, y los subterfugios que practican sus habitantes para sobrevivir en esas condiciones. En el polo opuesto, el desierto de Atacama es fotografiado en Altiplano, de Malena Szlam,  con tomas fijas experimentando con el color y el sonido producido por los volcanes.
Fausto, de Andrea Bussman, es un film muy peculiar rodado en las playas de Oaxaca en México, donde un grupo de hombres evocan y reinterpretan mitos y fenómenos paranormales, o fantásticos, y tratos con el diablo, con una tenebrosa fotografía de régimen nocturno.


El jurado, que se completó con los chilenos Coti Donoso –montajista- y el realizador Christopher Murray, premió la excelente El silencio es un cuerpo que cae, opera prima de la cordobesa Agustina Comedi, que estrena en estos días en Buenos Aires.  Esta película superó ampliamente el nivel de toda las competencia. Impactante documental realizado por una joven cordobesa, que indaga sobre la identidad de su padre. Después de muerto, reconstruye su vida como militante político y homosexual en los años ’70 y ’80. Paradójicamente, utiliza para ello registros que había realizado su padre, cineasta aficionado, además de entrevistas a quienes fueran amigos y compañeros. Un valioso testimonio personal, familiar que trasciende los doméstico, notable como opera prima. La justificación del premio por decisión unánime fue: “Por su capacidad de abrir un relato íntimo y familiar a reflexiones políticas y sociales profundas, a través de experimentaciones visuales, sonoras y narrativas realizadas con extrema sensibilidad y osadía.”     


Mientras el premio de la Competencia Internacional fue para la brasileña Lembro mais dos corvos, de Gustavo Vinagre, exhibida en Mar del Plata, es de destacar el premio al mejor largometraje chileno, Las cruces, de Teresa Arredondo y Carlos Vázquez. Un documental sobre la historia de desaparición de 19 trabajadores en la zona de Laja, en el Sur de Chile, pocos días después del golpe militar de 1973. Un hecho que fue ocultado y negado oficialmente, hasta que los carabineros responsables rompieron el pacto de silencio revelando la durísima verdad: fueron fusilados y enterrados en el bosque. El film se basa en los testimonios de los asesinos, leídos por los familiares de las víctimas, con imágenes impactantes de la zona, hoy, realizado con un rigor y expresividad extremos y gran belleza, nunca reñida con el rigor.

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