Homosexualidad y revolución
Dan Healey
Buenos Aires, Final Abierto, mayo de 2018
484 páginas
Asunto conflictivo, controversial, la
situación de los homosexuales en la Unión Soviética ha sido uno de los temas
mejor guardados o más ignorados por los sucesivos regímenes. El especialista en
historia rusa Dan Healey recorre en un exhaustivo tratado el camino transitado
por la comunidad gay desde fines de la
época zarista, y sobre todo durante el siglo XX.
La cuestión homosexual siempre se ha debatido
allí entre jurisprudencia y policía por un lado, y la medicina forense por
otro. Atenazada entre estas dos fuerzas, la figura del homosexual estuvo
encasillada en la degeneración, la anormalidad, o por lo menos una patología. A
pesar de la escasez de las fuentes o testimonios sobre el tema, debidos a la
hostilidad y a la incomprensión del Estado, el ensayista recoge varias
trayectorias del amor homosexual, a través de diarios íntimos, memorias,
registros médicos, actas jurídicas y policiales. Desde la época zarista, regían
ciertos patrones para la homosexualidad masculina sobre todo en las clases
altas rusas, desde aspectos generales como la ubicación de los lugares de
encuentro y canalización del deseo –casas de baños, determinados bulevares de
San Petersburgo, fiestas privadas con travestidos-, o una vestimenta
característica, hasta ejemplos particulares registrados por la jurisprudencia. No
faltan casos en que se expresara el deseo por cambiar de sexo, y las
operaciones fueran llevadas a cabo. En general se concedió poca atención al
amor entre mujeres, quienes tuvieron menos acceso a la esfera pública, aunque
empezaron a romper las normas de la sociedad patriarcal. Ellas no tuvieron una
subcultura homosexual como la desarrollaron los varones, pero se registran
casos en ambientes intelectuales y hasta en los burdeles, sobre todo en las
ciudades, donde circulaban las mujeres masculinizadas, que vestían como hombres
y ejercían roles masculinos, como una afirmación del yo y señal de emancipación.
La década de 1920 fue la más liberal en el
tratamiento de los “pederastas” –término que se empleaba entonces, la palabra
“homosexual” se adoptó muy tardíamente-, único período en que la sodomía estuvo
despenalizada en la URSS. El libro rescata figuras que trabajaron por la
liberación sexual, como Alejandra Kollontay y el alemán Magnus Hirschfeld. La
era stalinista significó “la gran retirada” de los valores revolucionarios, y
trajo aparejada una nueva penalización de la homosexualidad masculina,
reinstalando la intolerancia y represión. Estas medidas, como la prohibición
del aborto y la dificultad para el divorcio trataron de imponer el mito de la
heterosexualidad universal y los valores de familia, y constituyeron un intento
de construir roles de género. Y siguieron ignorándose casi por completo las
relaciones homoeróticas entre mujeres. Poco cambió la situación durante los
sucesivos deshielos posteriores: la penalización se mantuvo hasta 1994 y aún no
se conoce con certeza el número de personas encarceladas o deportadas a Siberia
por actos homosexuales a lo largo de todo el siglo.
Publicado en 2001, el tratado no llega hasta
los tiempos de Putin, cuando la situación, lejos de flexibilizarse, ha
recrudecido.
Josefina Sartora
(Nota publicada en Le Monde Diplomatique Nº 232, octubre 2018)
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