3 de diciembre de 2018







Homosexualidad y revolución
Dan Healey
Buenos Aires, Final Abierto, mayo de 2018
484 páginas




Asunto conflictivo, controversial, la situación de los homosexuales en la Unión Soviética ha sido uno de los temas mejor guardados o más ignorados por los sucesivos regímenes. El especialista en historia rusa Dan Healey recorre en un exhaustivo tratado el camino transitado por la comunidad gay desde fines de la época zarista, y sobre todo durante el siglo XX.
La cuestión homosexual siempre se ha debatido allí entre jurisprudencia y policía por un lado, y la medicina forense por otro. Atenazada entre estas dos fuerzas, la figura del homosexual estuvo encasillada en la degeneración, la anormalidad, o por lo menos una patología. A pesar de la escasez de las fuentes o testimonios sobre el tema, debidos a la hostilidad y a la incomprensión del Estado, el ensayista recoge varias trayectorias del amor homosexual, a través de diarios íntimos, memorias, registros médicos, actas jurídicas y policiales. Desde la época zarista, regían ciertos patrones para la homosexualidad masculina sobre todo en las clases altas rusas, desde aspectos generales como la ubicación de los lugares de encuentro y canalización del deseo –casas de baños, determinados bulevares de San Petersburgo, fiestas privadas con travestidos-, o una vestimenta característica, hasta ejemplos particulares registrados por la jurisprudencia. No faltan casos en que se expresara el deseo por cambiar de sexo, y las operaciones fueran llevadas a cabo. En general se concedió poca atención al amor entre mujeres, quienes tuvieron menos acceso a la esfera pública, aunque empezaron a romper las normas de la sociedad patriarcal. Ellas no tuvieron una subcultura homosexual como la desarrollaron los varones, pero se registran casos en ambientes intelectuales y hasta en los burdeles, sobre todo en las ciudades, donde circulaban las mujeres masculinizadas, que vestían como hombres y ejercían roles masculinos, como una afirmación del yo y señal de emancipación.
La década de 1920 fue la más liberal en el tratamiento de los “pederastas” –término que se empleaba entonces, la palabra “homosexual” se adoptó muy tardíamente-, único período en que la sodomía estuvo despenalizada en la URSS. El libro rescata figuras que trabajaron por la liberación sexual, como Alejandra Kollontay y el alemán Magnus Hirschfeld. La era stalinista significó “la gran retirada” de los valores revolucionarios, y trajo aparejada una nueva penalización de la homosexualidad masculina, reinstalando la intolerancia y represión. Estas medidas, como la prohibición del aborto y la dificultad para el divorcio trataron de imponer el mito de la heterosexualidad universal y los valores de familia, y constituyeron un intento de construir roles de género. Y siguieron ignorándose casi por completo las relaciones homoeróticas entre mujeres. Poco cambió la situación durante los sucesivos deshielos posteriores: la penalización se mantuvo hasta 1994 y aún no se conoce con certeza el número de personas encarceladas o deportadas a Siberia por actos homosexuales a lo largo de todo el siglo.
Publicado en 2001, el tratado no llega hasta los tiempos de Putin, cuando la situación, lejos de flexibilizarse, ha recrudecido.

Josefina Sartora
(Nota publicada en Le Monde Diplomatique Nº 232, octubre 2018)

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