8 de noviembre de 2018


Viennale 2018. 3ª nota
Cine argentino en el Festival de Viena

Josefina Sartora

El cine argentino siempre ha tenido un lugar destacado en la Viennale. Este año continúa así, con una notable selección de estrenos de lo mejor del año, y el foco merecidamente dedicado a Jorge Acha, un director que aun en Argentina se mantiene secreto.

En ficción, está programada Familia sumergida, la opera prima
de María Alché, sutil, delicada peripecia de un duelo a cargo de una Mercedes Morán hiper sensitiva, retrato de una familia al borde de la dispersión en un momento de extrema vulnerabilidad. La cotidianeidad deriva hacia lo onírico, transformando una familia en un caos dislocado. Sentimos la huella de Martel, su maestra y mentora.

Rojo, de Benjamín Naishat, constituye un agudo cuadro de época, una etapa de nuestra historia reciente que el director no conoció pero que podemos reconocer en la estética, la ideología, el ambiente. Un cuadro más –incómodo, flagrante- sobre la conducta de la gente común que colabora con los abusos y los hechos más siniestros de nuestra historia, con una violencia apenas contenida.

Además, la controvertida y excelente Las hijas del fuego, de Albertina Carri, a la que ya nos hemos referido en ocasión del último Bafici, el film de terror Muere monstruo, muere, y en un giro más comercial, El ángel, de Ortega


No habíamos visto antes Buenos Aires al Pacífico, de Mariano Donoso Makowski, cuyo Opus nos había dejado un buen recuerdo. El tren es una herida todavía abierta en nuestro país. Una máquina que, aun detenida, ha dejado huellas imborrables en el territorio y en la memoria del pueblo. Hubo una vez un tren que unía Buenos Aires con  acosta chilena. Pero no es este un documental de historia de trenes, sino que está presentado como un sueño, y como tal, ensambla elementos aparentemente distanciados y sin embargo articulados con singular destreza. Mariano Donoso no desdeña el aspecto autorreferencial -su madre muerta, los hijos que ella no llegó a ver, su propia imagen soñado- para referirse a sus intereses de estos años de preparación del film. Un documental muy poco clasificable, que habla del trabajo, de los cuerpos en el trabajo, y de las máquinas en movimiento. Pero también del cine, que tuvo al tren como su primer protagonista histórico. Un film de fantasmas, donde imágenes de archivo actúan en tensión con otras actuales, captadas por el extraordinario ojo fotográfico de Donoso.


Y por último, el film autorreflexivo de la Viennale. Después de la muerte súbita, inesperada de Hans Hurch, que conmovió a todos quienes con el correr de los años construimos una amistad labrada en encuentros cinéfilos en el Bafici y la Viennale, cruzados por vinos y cafés, su gran amigo Gastón Solnicki sale a las calles de Viena en busca de las huellas de quien fuera durante más de diez años director artístico de la Viennale, y mentor de su obra. Introduzione all’oscuro es la peripecia de Solnicki buscando a su amigo por lugares emblemáticos de Viena: cafés, calles y pasajes, parques, cementerio, salas de concierto son atravesados por la voz de Hans, grabada en diversas entrevistas. También sale a la caza de objetos recordatorios: una taza de su café preferido, un plato, si escritura, la tela de sus emblemáticos trajes de seda, con la cámara de Ruy Poças. No se trata de un documental biográfico, por supuesto, sino de una aleatoria y libre suma de evocaciones subjetivas, movidas por el sentimiento del dolor por la pérdida.

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