17 de diciembre de 2018

Amor a Roma

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Roma
Dirección y guión: Alfonso Cuarón
México-Estados Unidos/2018

Josefina Sartora


Resulta necesario volver a Roma, uno de los hits del Festival de Viena, entonces reseñada en este sitio, cierre del festival de Mar del Plata, premiada con el León de Oro en Venecia y en un firme camino al Oscar. A no confundir: el título remite a Colonia Roma, barrio de México donde vivió Alfonso Cuarón, y en parte la película evoca sus años de infancia, en la casa de una familia de clase media acomodada, constituye un retrato de los patrones pero sobre todo de las empleadas domésticas. En todo caso, un relato clasista, cuadro de situación de una realidad social donde los estratos sociales y raciales están bien delimitados.

El hermoso plano inicial con los títulos muestra un piso que es baldeado y fregado. El film sostiene y no abandona el punto de vista de Cloe (la excelente debutante Yalitza Aparicio), la empleada doméstica que en cierta medida forma parte de la familia, con cuyos niños tiene una relación amorosa y tierna, cargada de responsabilidades. Son momentos de crisis políticas, pero también familiares. Al tiempo que la pareja de patrones se quiebra, Cloe queda embarazada de un hijo que no desea. Aparicio llegó al rol sin experiencia previa, se consagró y es hoy una modelo cotizada, a pesar de la oposición y guerra que le han declarado las clases reaccionarias mexicanas por su origen indígena.


Después de haberse consagrado en Hollywood con dos Oscars, Cuarón vuelve a su tierra para filmar algo que le pertenece y había postergado. En blanco y negro, con una fotografía gloriosa del propio director y elaborados movimientos de cámara, cada plano secuencia es una proeza. Evocando el melodrama mexicano clásico, pero también el muralismo mexicano, Cuarón traza un cuadro social, personal e histórico. Revisa el patriarcado, el machismo, el fascismo y su violencia en hechos históricos como la masacre de estudiantes de 1971. Su mirada hacia las mujeres, abandonadas por los hombres y haciéndose cargo de algo que las supera, es muy inteligente, y esa realidad está alegorizada por las múltiples entradas del auto al garaje, todas altamente significativas. Resulta insoslayable el palíndromo Amor a Roma: hay amor en la conducta de Cloe hacia esa familia, a quienes atiende con una sonrisa permanente, durante todo el día, todos los días; hay amor en los recuerdos del director, y sobre todo a sus personajes, a sus dos madres (Cuarón dedica la película a Libo, la Cloe real, presente en su vida desde su primera infancia).


Hay planos y escenas consagratorias: la de los títulos iniciales, mientras alguien baldea el piso del garaje, el plano que recorre la casa en la primera escena, otro plano en que Cloe apaga las luces de la casa, la escena en la terraza con Cloe, Pepe y las demás mujeres en terrazas vecinas, la secuencia de llegada al hospital, la escena en la playa, los diálogos entre la nana y Pepe, quien recuerda sus vidas pasadas. También hay que decirlo: tiene unos cuantos golpes bajos, pero los perdonamos. 


Producida por Netflix, es una de las películas que abre el debate sobre la presencia de este tipo de productos en los festivales de cine. En estos días estrena en esa plataforma online de la pantalla chica, y en unas pocas salas, como la del Malba.

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