Roma
Dirección
y guión: Alfonso Cuarón
México-Estados
Unidos/2018
Josefina
Sartora
Resulta
necesario volver a Roma, uno de los
hits del Festival de Viena, entonces reseñada en este sitio, cierre del
festival de Mar del Plata, premiada con el León de Oro en Venecia y en un firme
camino al Oscar. A no confundir: el título remite a Colonia Roma, barrio de
México donde vivió Alfonso Cuarón, y en parte la película evoca sus años de
infancia, en la casa de una familia de clase media acomodada, constituye un
retrato de los patrones pero sobre todo de las empleadas domésticas. En todo
caso, un relato clasista, cuadro de situación de una realidad social donde los
estratos sociales y raciales están bien delimitados.
El
hermoso plano inicial con los títulos muestra un piso que es baldeado y
fregado. El film sostiene y no abandona el punto de vista de Cloe (la excelente
debutante Yalitza Aparicio), la empleada doméstica que en cierta medida forma parte de la
familia, con cuyos niños tiene una relación amorosa y tierna, cargada de
responsabilidades. Son momentos de crisis políticas, pero también familiares.
Al tiempo que la pareja de patrones se quiebra, Cloe queda embarazada de un
hijo que no desea. Aparicio llegó al rol sin experiencia previa, se consagró y
es hoy una modelo cotizada, a pesar de la oposición y guerra que le han
declarado las clases reaccionarias mexicanas por su origen indígena.
Después
de haberse consagrado en Hollywood con dos Oscars, Cuarón vuelve a su tierra
para filmar algo que le pertenece y había postergado. En blanco y negro, con
una fotografía gloriosa del propio director y elaborados movimientos de cámara,
cada plano secuencia es una proeza. Evocando el melodrama mexicano clásico,
pero también el muralismo mexicano, Cuarón traza un cuadro social, personal e
histórico. Revisa el patriarcado, el machismo, el fascismo y su violencia en
hechos históricos como la masacre de estudiantes de 1971. Su mirada hacia las
mujeres, abandonadas por los hombres y haciéndose cargo de algo que las supera,
es muy inteligente, y esa realidad está alegorizada por las múltiples entradas
del auto al garaje, todas altamente significativas. Resulta insoslayable el
palíndromo Amor a Roma: hay amor en
la conducta de Cloe hacia esa familia, a quienes atiende con una sonrisa
permanente, durante todo el día, todos los días; hay amor en los recuerdos del
director, y sobre todo a sus personajes, a sus dos madres (Cuarón dedica la
película a Libo, la Cloe real, presente en su vida desde su primera infancia).
Hay
planos y escenas consagratorias: la de los títulos iniciales, mientras alguien
baldea el piso del garaje, el plano que recorre la casa en la primera escena, otro
plano en que Cloe apaga las luces de la casa, la escena en la terraza con Cloe,
Pepe y las demás mujeres en terrazas vecinas, la secuencia de llegada al hospital, la escena en la playa, los diálogos entre la nana y Pepe, quien recuerda
sus vidas pasadas. También hay que decirlo: tiene unos cuantos golpes bajos, pero los perdonamos.
Producida por Netflix, es una de las películas que abre el
debate sobre la presencia de este tipo de productos en los festivales de cine.
En estos días estrena en esa plataforma online de la pantalla chica, y en unas
pocas salas, como la del Malba.
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