Somos una familia (Manbiki kazoku)
Dirección y guión: Hirokazu Kore-eda
Japón/2018
Josefina Sartora
Siguiendo la tradición del cine
japonés, y las enseñanzas de Ozu y Naruse, Hirokazu Kore-eda dedica su cine a retratar
la familia, sus vivencias, sus conflictos, su psicología. Y con ellos, el mundo. Y lo lleva a cabo con
delicadeza, con sutil ironía o fino humor, contemplando las distintas
posiciones y puntos de vista, sin juicios ni condenas. na abuela do su pensión y situación de pensionada- una pareja, una
herman a que no lo es y un hijo que tampoco. Todos deben ocultarse de los
inspectores que la visitan para comprobar que la anciana vive sola. La pareja
trabaja a desgano en ínfimas posiciones que no los valoran, y él (Lily Franky) se
especializa en robar en supermercados los elementos necesarios de la vida
cotidiana, complementando un magro salario. E inicia a su hijo en la actividad,
para la cual resulta muy diestro. De allí su título internacional, Shoplifters
= Ladrones de tienda. Ese (des)oren
familiar se ve alterado con la incorpoación de una niña vecina, maltratada por
su madre, a quien también adoptan y brindan un cuidado y ternura que nunca
antes conociera.
Toda buena gente, que no cumple con
las pautas sociales. Marginales –en este caso, en la pobreza-, como muchos
personajes del cine de Kore-eda. La relación con la hermana, por ejemplo, que
trabaja en un peep show de club porno,
tardará en revelarse en su completa complejidad. La película transcurre en gran
parte en ese espacio acotado, donde se desarrolla la cotidianeidad de esa
familia más funcional e integrada que muchas otras más convencionales: una
familia elegida, donde no cuentan los lazos de sangre. Los momentos de las
comidas son particularmente interesantes, cálidos y emotivos en medio de la
precariedad, cuando circula una energía de amor y entendimiento, de
sentimientos no dichos sino vividos. O ese último instante de perfecta
felicidad, en una día de playa en familia.
Pero claro, la posesión de la niña
es secuestro, y las incursiones en las tiendas, robo. En cierto momento todo se
descalabra y deben confrontar con las reglas de la sociedad organizada que en
cierta medida los ha expulsado, donde aquellos no tienen lugar. Una sutil,
deliciosa crítica a las convenciones sociales y a la crisis socioeconómica, que
también se sufre en Japón. En mucho este film recuerda su tremendo Nadie
sabe, pero aquí Kore-eda es menos brutal, más benévolo.
Kore-eda se introduce en la intimidad del melodrama
familiar, y lleva la peripecia con mano delicada, contenida, empatizando con
todos, transmitiendo el punto de vista de cada uno de ellos, sin colocar el
lugar de verdad en ningún lado. Y sin olvidar el fino humor.
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