Los
sonámbulos
Dirección
y guión: Paula Hernández
Argentina-Uruguay/2019
Josefina
Sartora
Huis clos, la quinta
donde todo un clan familiar se reúne a festejar el Año Nuevo. En ese lugar
cerrado circularán las relaciones algo endogámicas de esos seres unidos no sólo
por la sangre, sino también por el trabajo, bajo la regencia de la matriarca. Y
esa primacía femenina regirá todo el film, presentado desde el punto de vista
de la nuera, una excelente Érica Rivas que es la elección perfecta para
trasmitir conflictos obliterados, mudas tensiones, contenidas ansiedades. Y en
el otro polo, la hija adolescente en su despertar a la madurez, aunque sea
sonámbula. Ente ambas, la tensión entre dos generaciones, en el momento iniciático
de entrada a la adultez. Pero no empieza todo allí, sino que lo primero que
vemos es una obertura inquietante, síntesis y anuncio del drama, prueba de
fuego de la excelente estructura narrativa de Paula Hernández.
Todos
sonámbulos, aun despiertos, los miembros de esa familia deambulan cada uno en
su propio mundo, sin comunicación verdadera, sin registro del otro, como no sea
para su propio provecho. Entre ellos se juegan las luchas por el poder, el
ubicuo espacio de lo femenino. Una lucha que genera una tensión en paulatino
aumento, y la sensación de peligro inminente.
Un
elenco estelar, impecable: Marilú Marini (la grande, algo desaprovechada),
Daniel Hendler (vuelve a afirmar su crecimiento y madurez actoral), Luis
Ziembrowski (quien aporta su bienvenida y propicia ambigüedad), Valeria Lois
(siempre generosa con su talento), y los jóvenes Ornella D’Elia y Rafael
Federman en quienes se desarrolla el conflicto mayor. Siempre llegando al borde
de la evidencia, nunca subrayado, el tema de la violencia indiscriminada contra la mujer en un
ámbito patriarcal planea durante todo el film. Que decae algo en su segunda
parte, cuando lo sugerido deviene obvio. Inevitable relacionarlo con La
ciénaga, ya que allí Lucrecia Martel fundó las bases para el
tratamiento contemporáneo del conflicto familiar. Un conflicto que a la luz del
movimiento femenino hoy grita para que esos sonámbulos se despierten, que se
sacudan esa égida masculina.
Resulta
curioso y notable observar las tensiones entre suegra y nuera, tan sutil primero
y simbólicamente expresadas entre Marilú y Érica, sabiendo que a ambas las une
una estrecha relación profesional, que dio su mejor fruto en las tablas con Mátate
amor. El film estuvo presente en la competencia Internacional en Mar
del Plata, pero Érica no obtuvo el premio que merecía.
La
puesta en escena, las tomas de una cámara ágil y muy cercana a los personajes,
en planos cerrados, casi sofocantes, la iluminación y el sonido son los puntos
más altos elaborados en esta, la cuarta película de Paula Hernández.
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