4 de diciembre de 2019


Ernesto Neto en Malba

Josefina Sartora


Quienes en 2011 visitamos la muestra de Ernesto Neto en Faena Arts, evocamos aquella escultura extraordinaria, fabricada con hebras rojizas tejidas al crochet, en cuyo espacio interior el observador penetraba, caminaba, saltaba y recorría participando (tal vez completando) la obra. La evocamos ahora en la magnífica muestra retrospectiva de Neto –Soplo- que presenta el Malba hasta febrero, con un conjunto muy significativo de más de setenta piezas elaboradas desde los ’80 hasta la actualidad. La exposición se montó para su exhibición previa en la Pinacoteca de San Pablo, y sus curadores son Jochem Volz y Valéria Piccoli.


Ernesto Neto es un artista que elabora el concepto de escultura, trascendiendo todo dogmatismo. Su obra se basa en una manera peculiar de concebir el espacio como elemento primordial de la escultura, a la vez que pretende incorporar al espectador en la misma, mediante el uso de su cuerpo y sus sentidos. Desde niño aprendió las técnicas del tejido de crochet de las mujeres de su familia, y la aplica para sus obras más emblemáticas: enormes telares suspendidos en el espacio que convocan a participar de ellos colgándose, meciéndose o simplemente sentándose a meditar en paz, mientras se queman hojas de laurel y otras hierbas con virtudes curativas. Evocación también de las culturas originarias de América –con una de cuyas tribus convive-, con sus tambores que invitan a tocar. De esas culturas americanas Neto extrae la relación de la escultura con la naturaleza, lal funcionalidad del cuerpo y la necesidad de dejar libre la mente –la mente miente, dice- y abrir el corazón a las experiencias, a lo espiritual. Algunas de las obras sacan al espectador de su actitud individual, estimulando el contacto, la coparticipación en una práctica lúdica y acaso ritual: él mismo se considera un chamán.


Cultor de las esculturas blandas, sus piezas están fabricadas además con diversidad de telas, o medias de nylon que contienen plomo –sintetizando la unión de lo femenino con lo masculino, lo blando con lo duro, lo receptivo con lo agresivo lo etéreo con lo pesado-, piezas que invitan al espectador a alzarlas y dejarlas caer nuevamente al piso, practicando esa unión y transformando forma y espacio; y evocaciones de la naturaleza, ya que concibe la escultura como un organismo, si no viviente sí vital. Vitalidad que transmiten sus obras al espectador que se viste de ellas, o anida, o se estira con ellas, logrando el objetivo del artista: expansión, reconexión con el mundo, sanación: felicidad en suma.

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