2 de enero de 2020

El pueblo unido


Bacurau
Dirección: Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles
Brasil-Francia/2019

Josefina Sartora


El realizador de Aquarius presenta un nuevo cuadro de la situación social y política brasileña, mediante una historia alegórica, una distopía situada en un pueblo imaginario, en un futuro cercano. Bacurau se encontraría en el noreste de Brasil, en el mítico sertâo, y es un pequeño poblado alejado de toda ciudad, y que ni siquiera figura en los mapas. Abandonado por el sistema, sus habitantes ni siquiera tienen agua potable, y el camión que la transporta llega con disparos de bala, señal de que hay fuerzas que atentan contra esa población, que por su parte vive en un estado de armonía algo idílica.

El film va mutando a medida que avanza: de tono, de género. Lo que comienza como un cuadro casi antropológico, hasta folklórico, con el funeral de una matriarca, deviene político cuando llega el burdo gobernante de la región, quien en la previa a las elecciones pretende vanamente seducir a los pobladores con alimentos vencidos y medicinas adictivas. La población lo resiste, mancomunadamente.

Pero entonces se produce otro giro, con la llegada de una banda de asesinos a sueldo enfermos de violencia (liderados por ¡Udo Kier!) que, como en un spaghetti western, pretenden acabar con esos rebeldes, utilizando armas de ciencia ficción y un dron similar a un patillo volador para aniquilar todo un pueblo. Si en Aquarius una mujer resistía sola en su lucha contra un sistema corrosivo, aquí es la población unida, suerte de personaje colectivo o nueva Fuenteovejuna, la que presenta batalla. No será fácil: en una de las primeras escena, se ve a un camión que ha perdido una carga de ataúdes en la ruta, y esos ataúdes replicarán más tarde.


El film codirigido por Juliano Dornelles, director de producción en películas anteriores de Mendonça Filho, ganó –compartido- el Premio del Jurado en el último Festival de Cannes. Esta sátira política de alegorías algo obvias, con homenajes al gran Glauber Rocha y John Carpenter, y música de Gal Costa, aporta mensajes muy actuales de la realidad brasileña, aunque fuera rodada antes de la llegada de Jair Bolsonaro al poder. Sin embargo, es fácil identificar rasgos del actual mandatario en la figura del gobernante Tony Jr, o relacionar la banda de paramilitares con otras muy reales que actúan en las favelas de Rio y otras grandes ciudades, y es clara la boutade de presentar a la intocable Sonia Braga como alcohólica y en una relación homosexual. Hoy, en pleno régimen misógino y homofóbico, resulta una declaración de derechos.



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