Bacurau
Dirección:
Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles
Brasil-Francia/2019
Josefina
Sartora
El
realizador de Aquarius presenta un nuevo cuadro de la situación social y
política brasileña, mediante una historia alegórica, una distopía situada en un
pueblo imaginario, en un futuro cercano. Bacurau se encontraría en el noreste
de Brasil, en el mítico sertâo, y es
un pequeño poblado alejado de toda ciudad, y que ni siquiera figura en los
mapas. Abandonado por el sistema, sus habitantes ni siquiera tienen agua
potable, y el camión que la transporta llega con disparos de bala, señal de que
hay fuerzas que atentan contra esa población, que por su parte vive en un
estado de armonía algo idílica.
El
film va mutando a medida que avanza: de tono, de género. Lo que comienza como
un cuadro casi antropológico, hasta folklórico, con el funeral de una
matriarca, deviene político cuando llega el burdo gobernante de la región,
quien en la previa a las elecciones pretende vanamente seducir a los pobladores
con alimentos vencidos y medicinas adictivas. La población lo resiste,
mancomunadamente.
Pero
entonces se produce otro giro, con la llegada de una banda de asesinos a sueldo
enfermos de violencia (liderados por ¡Udo Kier!) que, como en un spaghetti western, pretenden acabar con
esos rebeldes, utilizando armas de ciencia ficción y un dron similar a un
patillo volador para aniquilar todo un pueblo. Si en Aquarius una mujer
resistía sola en su lucha contra un sistema corrosivo, aquí es la población
unida, suerte de personaje colectivo o nueva Fuenteovejuna, la que presenta batalla. No será fácil: en una de
las primeras escena, se ve a un camión que ha perdido una carga de ataúdes en
la ruta, y esos ataúdes replicarán más tarde.
El
film codirigido por Juliano Dornelles, director de producción en películas
anteriores de Mendonça Filho, ganó –compartido- el Premio del Jurado en el
último Festival de Cannes. Esta sátira política de alegorías algo obvias, con
homenajes al gran Glauber Rocha y John Carpenter, y música de Gal Costa, aporta
mensajes muy actuales de la realidad brasileña, aunque fuera rodada antes de la
llegada de Jair Bolsonaro al poder. Sin embargo, es fácil identificar rasgos
del actual mandatario en la figura del gobernante Tony Jr, o relacionar la
banda de paramilitares con otras muy reales que actúan en las favelas de Rio y
otras grandes ciudades, y es clara la boutade
de presentar a la intocable Sonia Braga como alcohólica y en una relación
homosexual. Hoy, en pleno régimen misógino y homofóbico, resulta una
declaración de derechos.
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