Judy
Dirección: Rupert Goold
Guión: Tom Edge, basado en la obra de
Peter Quilter
Reino Unido/2019
Josefina Sartora
Víctima y mártir del sistema, la figura
de Judy Garland se agigantó con su muerte, a los 47 años por sobredosis. Una
muerte anunciada por una vida vivida al límite, desde su niñez, sometida al
poder de la MGM y su patrón, Louis B. Mayer, quien la acostumbró desde pequeña
a exigirse, dar lo máximo de sí y recurrir a los psicofármacos para
estimularse, estar activa, tranquilizarse, dormir, o lo que fuere. Mártir del
sistema abusivo de los estudios tal como era en los ’40 y ’50, cuando los
actores eran empleados por contrato y no podían decidir ni siquiera el film en
el que actuarían.
Esta notable evocación de Judy Garland no
se remite al biopic clásico de
ascenso y caída de la estrella sino que hace foco en el año anterior a su
muerte, cuando en 1968, después de 40 años de carrera artística, en total quiebra
económica, y litigio por sus hijos menores, no tiene otra opción que
desprenderse de ellos y viajar a Londres a brindar una serie de recitales en un
club nocturno, cuyo dueño está interpretado por Michael Gambon. Algunos flashbacks informan sobre el comienzo de
su carrera y la manipulación de la que fue objeto cuando joven (Darci Shaw),
pero el film se dedica a mostrar las tensiones que vivió al final. Poco se dice
sobre los cuatro matrimonios previos o sobre su relación con su hija mayor, Liza Minelli. En cambio, se
detiene en sus contradictorias presentaciones, que pasaban del mágico glamour
al desborde alcoholizado.
De figura andrógina, con unos trajes
masculinos deslumbrantes, Judy fue el gran ícono gay de una época en que la
homosexualidad era tema tabú, admirada por su libertad, por su intensidad
dramática, por su falta de límites. Hubo todo un culto gay a la figura de Judy,
y la escena con sus fans es una de las más conmovedoras. Sincrónicamente, la
rebelión de Stonewall sucedió pocos días después de su multitudinario funeral
en Nueva York, imprimiendo un punto de inflexión en la historia y resistencia de
la comunidad homosexual.
El regreso en triunfo de Judy es también el
de Renée Zelwegger, quien vuelve a la pantalla después de un retiro de seis
años. Su personificación de la diva revela una empatía absoluta con su
personaje, atravesando sus matices, contradicciones con pasión y carisma. Su
Judy es una persona de fe, que quiere ir más
allá del arco iris, como lo revela en la admirable escena final. Por si fuera
poco, ella es quien canta en la película, y revela un extraordinario dominio
del escenario. Actuación que le valió a Renée un Globo de Oro y su cuarta
nominación al Oscar como mejor actriz.
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