20 de febrero de 2020

El pasado está presente

Araña
Dirección: Andrés Wood
Guión: Guillermo Calderón
Chile-Argentina-Brasil/2019

Josefina Sartora


Resulta difícil tomar distancia para referirse una película cuyos personajes –todos- resultan tan desagradables, hasta repulsivos. Los protagonistas de Araña han sido miembros de una organización fascista formada en el Chile de los ’70, con el propósito de desestabilizar y derrocar el gobierno constitucional del socialista Salvador Allende. Si la película comienza con la reaparición en los días contemporáneos de uno de sus miembros, que sus ex compañeros quieren eludir, la película será un derrotero entre el pasado que vuelve en sucesivos flashbacks, y las reacciones que hoy provoca su resurgimiento.


Mercedes Morán –con acento chileno- nunca ha tenido un papel más antipático que esta Inés, hoy influyente mujer con poder, ayer (interpretada con creíble entusiasmo por María Valverde) claro ejemplar del fanatismo que signó los ’70, en uno y otro bando. Que no duda en golpear, traicionar y matar para lograr sus fines. Su marido Justo (hoy Felipe Armas, ayer Gabriel Urzúa) es un pusilánime al servicio del conjunto. El último ángulo de este equilátero es Gerardo (Marcelo Alonso/Pedro Fontaine), el muerto que regresa para molestar. Tres personajes unidos por la pasión, el crimen, el fundamentalismo, el deseo, la traición y la venganza. Tres villanos de manual, que muestran a las claras los poderes que conspiraban contra el primer gobierno socialista electo en América, sembrando el terror y la muerte. Si las secuencias del pasado tienen una fuerza realista y brutal, filmadas con la estética, la dirección de arte y la paleta de colores de la época, las del presente se presentan algo desvahídas, tan lavadas como la contemporaneidad, y en ellas la ambivalencia de Inés, las ilusiones perdidas, la frialdad del neoliberalismo, restan contundencia a la acción, lo cual no deja de ser un signo del presente.

Con su nombre significativo, evocador de otras organizaciones similares en el resto del mundo, Patria y Libertad –simbolizada por el gráfico de una araña estilizada- fue un movimiento histórico, nacionalista y paramilitar, que resolvió su propia disolución tres días después del derrocamiento del Allende a manos de la Junta liderada por Augusto Pinochet. Con la misión cumplida, esos terroristas –impunes- se reubicaron sin dificultad en la estructura social chilena, ocupando puestos de influencia o poder. Esa posición relevante es la que Inés teme perder con el regreso de Gerardo, quien puede revelar hechos de su pasado inconfesable.



Andrés Wood ya había abordado el tema histórico-político en Machuca, y tangencialmente en Violeta subió a los cielos, y vuelve con una historia que articula lo personal con lo global. Hay que agradecer que este film no abunde en explicaciones ideológicas ni históricas, y presente a los protagonistas con honestidad en su total flaqueza y miserabilidad, lo que evita cualquier identificación del espectador. Hoy el film tiene absoluta vigencia, en momentos en que Chile se debate entre una seudo democracia y la insurgencia que reaparece como si hubiera estado latente, con heridas sin cerrar, conflictos irresueltos, siempre esperando el momento de su resurgimiento. Un despertar de la memoria, que el cine chileno se encarga de recuperar. Y la sociedad se envuelve en movimientos que parecen replicar el pasado, y que exceden las fronteras de Chile.

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